¿CUANDO UN PROBLEMA DE CONDUCTA SE VUELVE UN TRASTORNO?
Según la psicología, los problemas de conducta en la infancia se refieren a patrones de comportamiento persistentes y desafiantes que interfieren con el funcionamiento normal de un niño en su entorno social, escolar y familiar. Estos problemas de conducta pueden variar en su gravedad y manifestarse de diferentes maneras, pero en general implican una falta de cumplimiento de normas sociales aceptadas y una dificultad para regular las emociones y los impulsos. Algunos ejemplos comunes de problemas de conducta en la infancia incluyen: Es importante tener en cuenta que no todos los comportamientos desafiantes o difíciles en la infancia indican un problema de conducta. Algunos comportamientos son normales en el desarrollo y pueden ser una respuesta a situaciones temporales de estrés. La línea entre un problema de conducta y un trastorno puede ser difusa y puede depender de varios factores, incluyendo la duración, la intensidad, la interferencia en el funcionamiento diario y la respuesta a las intervenciones. Aquí hay algunas pautas generales para entender cuándo un problema de conducta puede considerarse un trastorno: La quinta edición del Manual Diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatras (DSM 5) presenta un capítulo denominado trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta, dentro del cual se clasifican el trastorno negativista desafiante y el trastorno de conducta. El trastorno negativista desafiante debe cumplir los siguientes criterios para poder ser diagnosticado: un patrón de estado de ánimo enfadado o irritable, frecuentes discusiones o resentimiento durante mínimo 6 meses, y al menos 4 o más de los síntomas vinculados con los rasgos antes mencionados (enfado, discusión y resentimiento). La patología suele iniciarse antes de los 8 años y no después de la adolescencia. El trastorno de conducta se caracteriza por expresarse a través de un patrón repetitivo y persistente en el que se violan los derechos de los demás y las normas sociales. Deben cumplirse 3 o más síntomas en 12 meses o 1 en 6 meses de las categorías siguientes: agresión a personas o animales, destrucción de propiedad privada, robo y violación grave de las normas (teniendo en cuenta la edad del sujeto). El inicio de los síntomas suele observarse en torno a los 5 a 6 años, siendo necesario hacer diagnóstico diferencial con trastorno de personalidad antisocial, si el individuo tiene 18 años o más. Es importante señalar que el DSM-5 proporciona una guía diagnóstica para los profesionales de la salud mental y médicos, y el diagnóstico de un problema de conducta en un niño debe ser realizado por un profesional capacitado. No se debe utilizar el DSM-5 para autodiagnóstico ni para etiquetar a los niños sin la evaluación adecuada de un experto. Cuando los problemas de conducta son persistentes, graves y afectan negativamente la vida del niño y su entorno, es recomendable buscar la orientación de un profesional de la salud mental, como un psicólogo o psiquiatra infantil, para una evaluación y tratamiento adecuados.