¿CUANDO UN PROBLEMA DE CONDUCTA SE VUELVE UN TRASTORNO?

Según la psicología, los problemas de conducta en la infancia se refieren a patrones de comportamiento persistentes y desafiantes que interfieren con el funcionamiento normal de un niño en su entorno social, escolar y familiar. Estos problemas de conducta pueden variar en su gravedad y manifestarse de diferentes maneras, pero en general implican una falta de cumplimiento de normas sociales aceptadas y una dificultad para regular las emociones y los impulsos.

Algunos ejemplos comunes de problemas de conducta en la infancia incluyen:

  • Comportamientos impulsivos.
  • Comportamientos agresivos, como la violación repetida de normas y derechos de los demás.
  • Dificultades para establecer relaciones sociales adecuadas.
  • Comportamiento obstinado y desafiante, especialmente en respuesta a la autoridad.

Es importante tener en cuenta que no todos los comportamientos desafiantes o difíciles en la infancia indican un problema de conducta. Algunos comportamientos son normales en el desarrollo y pueden ser una respuesta a situaciones temporales de estrés. La línea entre un problema de conducta y un trastorno puede ser difusa y puede depender de varios factores, incluyendo la duración, la intensidad, la interferencia en el funcionamiento diario y la respuesta a las intervenciones.

Aquí hay algunas pautas generales para entender cuándo un problema de conducta puede considerarse un trastorno:

  1. Duración y Persistencia: Un problema de conducta se convierte en un trastorno cuando los patrones de comportamiento problemáticos son persistentes y ocurren durante un período prolongado de tiempo. Los trastornos generalmente se caracterizan por la continuidad de estos patrones de comportamiento a lo largo del tiempo, en lugar de ser incidentes aislados.
  2. Frecuencia e Intensidad: La frecuencia y la intensidad de los comportamientos problemáticos también son factores importantes. Si los comportamientos son frecuentes, intensos y difíciles de manejar, es más probable que se consideren un trastorno.
  3. Interferencia en el Funcionamiento: Cuando los comportamientos problemáticos interfieren de manera significativa en el funcionamiento diario de una persona, como en la escuela, en el hogar, en las relaciones sociales o en otras áreas importantes de la vida, es más probable que se esté tratando de un trastorno.
  4. Deterioro Global: Los trastornos de conducta a menudo van acompañados de un deterioro en múltiples áreas de la vida de una persona. Esto puede incluir un rendimiento académico deficiente, problemas en las relaciones interpersonales y dificultades en la regulación emocional.
  5. Respuesta a Intervenciones: Si los intentos de abordar los comportamientos problemáticos mediante estrategias de crianza, terapia u otras intervenciones no logran mejorar la situación, esto podría indicar que el problema de conducta está en el ámbito de un trastorno más serio.
  6. Criterios Diagnósticos: Los trastornos mentales, incluidos los trastornos de conducta, suelen tener criterios específicos de diagnóstico establecidos en manuales de diagnóstico como el DSM-5. Si los comportamientos se ajustan a estos criterios y persisten en el tiempo, se puede considerar un trastorno.

La quinta edición del Manual Diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatras (DSM 5) presenta un capítulo denominado trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta, dentro del cual se clasifican el trastorno negativista desafiante y el trastorno de conducta.

El trastorno negativista desafiante debe cumplir los siguientes criterios para poder ser diagnosticado: un patrón de estado de ánimo enfadado o irritable, frecuentes discusiones o resentimiento durante mínimo 6 meses, y al menos 4 o más de los síntomas vinculados con los rasgos antes mencionados (enfado, discusión y resentimiento). La patología suele iniciarse antes de los 8 años y no después de la adolescencia.

El trastorno de conducta se caracteriza por expresarse a través de un patrón repetitivo y persistente en el que se violan los derechos de los demás y las normas sociales.

Deben cumplirse 3 o más síntomas en 12 meses o 1 en 6 meses de las categorías siguientes: agresión a personas o animales, destrucción de propiedad privada, robo y violación grave de las normas (teniendo en cuenta la edad del sujeto). El inicio de los síntomas suele observarse en torno a los 5 a 6 años, siendo necesario hacer diagnóstico diferencial con trastorno de personalidad antisocial, si el individuo tiene 18 años o más.

Es importante señalar que el DSM-5 proporciona una guía diagnóstica para los profesionales de la salud mental y médicos, y el diagnóstico de un problema de conducta en un niño debe ser realizado por un profesional capacitado. No se debe utilizar el DSM-5 para autodiagnóstico ni para etiquetar a los niños sin la evaluación adecuada de un experto.

Cuando los problemas de conducta son persistentes, graves y afectan negativamente la vida del niño y su entorno, es recomendable buscar la orientación de un profesional de la salud mental, como un psicólogo o psiquiatra infantil, para una evaluación y tratamiento adecuados.

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